jueves, 5 de enero de 2017

Queridos reyes magos..

Supongo que lo bonito de todas estas prisas, del estrés, del consumo excesivo y a veces innecesario, es regalar alguna que otra sonrisa y un poco de ilusión. Quizás seas la primera persona con la que he buscado un momento de tranquilidad para hacerle un regalo. Tratando de descifrar ese gran enigma que dices ser y de buscar algo especial que pueda acercarme un poco más a la solución de este acertijo.

Te regalo mis ganas de quedarme y la promesa de que no me iré sin un buen motivo. Si aún queda algo más de magia espero que la vida te de el coraje necesario para cerrar aquellas puertas tras las que se esconden los monstruos que muchas noches no te dejan dormir. La confianza y la seguridad que pocas personas pueden darte para que hables sin miedo de las cosas que te duelen, con la certera convicción de que nada es más importante que ayudarte. Que tengas suerte pero, sobre todo, que tengas éxito.

Aunque sin duda los mejores regalos no te los daré yo, ni ninguna otra persona. Esos regalos solo pueden venir de ti misma. Quierete. Sigue luchando por aquellas metas que quieres conseguir. Aprende del  pasado. Disfruta del presente y construye un buen futuro. Confía en ti. Perdonate y sobre todo cuídate.

¿Y para mí? Para mí, si no es mucho pedir, espero que la vida me siga sorprendiendo de vez en cuando con personas que me contagien su risa. De esas capaces de ver en un simple comentario que eres alguien que tiene algo que ofrecer. De esas que se paran a conocerte y te impulsan a querer conocerlas..

Y por último para quitarle un poco de credibilidad.... JAJAJJAJJAJAJAJA

sábado, 3 de septiembre de 2016

Todo lo que gané y perdí contigo.

Lo primero que gané al conocerte fue tú locura que, acompañada del sonido de tu risa, me hizo perder la noción del tiempo. Gané noches de fiesta bailando contigo hasta el amanecer, perdí la cordura cada vez que mis manos recorrían tu cuerpo. Perdí el miedo de volver a sentir por alguien y gané las buenas intenciones de cuidarte.

Perdí los papeles, la cabeza, la vergüenza. Por primera vez en mí vida tome las riendas para ir a buscar lo que merecía. Me descubrí sintiendo ternura por tu look de andar por casa y verdadera lujuria por tus vestidos cortos. Una vez más, me hiciste perder los nervios.

Con el tiempo me dí cuenta de que gané el miedo a perderte y la certera convicción de que dejarte a tu suerte no era siquiera una remota posibilidad. Quizás fue en ese momento en el que me perdí un poco a mí misma.

Gané paseos en coche agarrada a tu mano. Gané caricias furtivas por tu espalda. Gané noches intensas de sexo desenfrenado en las que sólo el sonido de tus gemidos rompía el silencio de la noche. Gané tus manos en mi cuerpo y perdí mi boca sobre el tuyo. En estos momentos me perdí a mí misma por completo.

Nunca fui de esas personas soñadoras, que se conforman con historias inventadas para ser feliz. Yo soy de esas a las que le gusta construir con paciencia algo real que me haga sentir orgullosa. Y como si de una película se tratase, los títulos de crédito me devolvieron a la cruda realidad. Como un juego de niños con reglas mal definidas en las que no sé muy bien quien de las dos ganó. Tampoco creo que importe.

Me llevo la tranquilidad de poder volver a sentir, de descubrir una vez más que los amigos incondicionales están ahí para mí cuando las cosas no salen bien. Me llevo tus miradas y tus recuerdos, para revivirlos por las noches en secreto. Me llevo el haberme encontrado después de perderte y el haber sido lo suficientemente valiente de no haberme conformado con algo que no merecía.

domingo, 31 de julio de 2016

Ying yang

Al final ves que nada es permanente, que la gente viene y va. Te das cuenta que el mundo sigue girando, mientras tu estas de pie parada, entre una multitud de gente que sigue el ritmo frenético de la ciudad. Intentando entender que es lo que mueve al mundo, al menos el tuyo.

Un hombre choca contigo y se aleja farfullando mientras tu te disculpas. Dejando una pequeña muestra de la falta de civismo que se ha apoderado de este mundo egoísta. Como si no fuera ya lo suficientemente complicado plantearte tu existencia en medio de esta marabunta. Mientras pasa todo a cámara lenta observas a cientos de personas pasar en todas direcciones, apresuradas. Parejas que no se miran, que no se tocan. Ejecutivos de altos cargos con el teléfono en mano. Madres corriendo para llevar a sus hijos. Mucho estrés, pocas sonrisas.

¿Y tú? Tú allí, de pie. Sin tener muy claro a donde ir, pero teniendo la certeza de que no quieres ser uno más de todo este entramado de prisas y ruidos. Quizás no de la mejor manera, quizás no por el camino más fácil. Pero sí por uno diferente.

De repente algo interrumpe tus pensamientos. Un cosquilleo en tu mano, otra mano que te atrapa haciéndote sentir libre. Libre de las prisas. De los miedos. De esta corriente que te arrastra. Y sin saber muy bien hacia donde, te pones en movimiento. A contracorriente. Con la certeza de haberte encontrado entre el caos que te rodeaba. Y también, por qué negarlo, con el miedo de algún día volverte a perder.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Punto y coma

Mi padre era el mejor del mundo. Siempre que tenía algo que hacer me subía en su BMW, ponía la música y me llevaba con él. Adoraba cuando me llevaba a mis partidos de baloncesto, tenía más fe en mí que yo misma. Parábamos en cualquier bar a tomarnos algo y cuando apenas era una enana me subía a aquellas butacas enormes típicas de las cafeterías.  Aunque parezca raro, me gustaba acompañarle al cementerio a ponerle flores a mi hermano. Desde que tengo uso de razón recuerdo quedarme mirando fijamente mientras él realizaba una y otra vez el mismo ritual. Me llamaba la atención que cuando terminaba se quedaba en silencio mirando aquella placa de mármol donde suponía que descansaba mi hermano durante unos minutos y luego me decía "vamos". Hasta que conseguí reunir el valor necesario para preguntarle. Me respondió que aunque mi hermano ya no esté entre nosotros el nos escucha y que cuando estaba en silencio es porque le hablaba y le pedía que cuidase de todos nosotros. Así que imité la postura seria de mi padre, me coloqué a su lado y desde entonces, comencé a hablar con mi hermano.

Se fue cuando yo tenía apenas un año. No lo recuerdo y, sin embargo, lo echo de menos. Se que para muchas personas suele ser algo irracional y difícil de entender. Intentaré explicarlo de la mejor manera posible... Él nació con un problema hereditario que le obligó a pasar la mitad de su vida de hospital en hospital. Mi madre, para encontrar una solución a su problema dejó su trabajo y se fue a Barcelona ya que aquí no podían tratar su problema. A pesar de todo lo que luchó no superó la última operación. No tengo apenas recuerdos con él y hablar sobre este tema en mi familia siempre ha sido algo... Delicado. Lo único que tengo es una foto en la que demuestra un amor infinito por mí, algo que toda mi familia asegura. Y esa frase de "ojalá hubieses podido conocerlo".

Lo peor de cuando una persona se va no es el hecho de perderla en sí, sino todas las repercusiones que su muerte tiene en todo lo que te rodea. Cuando mi hermano se fue mi padre comenzó a beber. Al principio y durante muchos años yo no entendí esta parte de la historia. Yo pensaba que era guay ir a dar una vuelta y que mi padre me diera la Coca-Cola que le sobraba de esa bebida que el llamaba "Bacardi blanco" y de la que yo no había oído hablar en mi vida. No entendía por qué al llegar  a casa mi madre estaba enfadada, ni por qué mi hermana me encerraba en el cuarto con la música alta. No entender esto me hizo alejarme de mi hermana y de mi madre, que tenían una lucha continua con él.
Esto siguió mas o menos el mismo cauce hasta que otro acontecimiento golpea de nuevo a mi familia.  13 años después de la muerte de mi hermano, mi abuelo paterno fallece. Creo que fue una de las pocas veces en toda mi vida en las que he visto llorar a mi padre. Al día siguiente me acuerdo de despertar y escucharlo llorando mientras hablaba con mi madre. Pregunté preocupada que pasaba y mi madre llorando me dijo que mi padre tenía algo que decirme. Durante esos años, mi padre había cogido dinero de la cuenta de mi abuelo. Dinero que ahora tenía que devolver porque mis tías se darían cuenta cuando repartiesen la herencia. Así que mi madre y mi hermana accedieron a poner el dinero si él dejaba de beber. Funcionó durante varios años. Pensé que ese era su punto y coma. Que ya había tocado fondo y había abierto los ojos.

Pero no fue así. Después de muchas mentiras, de muchas decepciones, de infinitas oportunidades... Después de cada lágrima de mi madre me fui alejando paso a paso de él. Y aquí estoy, en la misma casa a miles de kilómetros de distancia de mi padre. "Ahora sólo somos dos que nos quisimos demasiado". Siempre pienso que todo esto no hubiese pasado si mi hermano no se hubiese ido. Pero lo cierto es que soy quien soy por todo lo que he vivido. He aprendido a perdonar, a soltar aquello que no quiero en mi vida. Incluso cuando lo que tengo que dejar atrás es a mi héroe favorito. Toqué fondo mil veces, me caí, me desesperé. Encontré las fuerzas para seguir en las personas que estaban a mi lado, especialmente en mi sobrina. Ella me ha dado todas las fuerzas que necesité y desde el primer momento tuve con ella un lazo tan estrecho que me hizo aferrarme a la vida como si todo fuese tremendamente fácil. Y esta es la respuesta larga a aquella pregunta que me hiciste hace apenas unos días. Estas han sido mis caídas y al final de cada una ellas he decidido poner un punto y coma;

https://www.youtube.com/watch?v=38LmLxPslRw

sábado, 20 de febrero de 2016

Inteligencia emocional.

Vamos, súbanse a las mesas. ¡Venga! ¿A qué esperan? Repitan conmigo: "Soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi barco." Probablemente leáis esto con la misma incredulidad con la que yo miraba a mi profesora cuando nos dijo esto. Y lo hicimos, vaya que si lo hicimos..

Aquel año fue más que complicado. Un diagnóstico descorazonador que más tarde se llevaría a una de las personas más grandes que jamás ha pasado por mi vida. Una de las personas más risueñas que no encuentra fuerzas para seguir con su vida. Uno de los años en los que mis estudios eran un caos. En definitiva, uno de esos baches de los que habla tanta gente.

Era mi cuarto año de universidad, acababan de pasar los exámenes del primer cuatrimestre, que habían sido un auténtico desastre. Llegaba tarde a mi primera clase de "Inteligencia emocional". Toco en la puerta y entro.

Que coño.. Todos mis compañeros estaban subidos sobre la mesa, repitiendo entre risas que eran capitanes de no se que barco. Cerré la boca que se me había quedado abierta en una mueca de sorpresa. Me dirigí a mi sitio mientras los alumnos bajaban de la mesa y la profesora se presentaba. Estaba loca pero era simpática.

Durante cuatro meses hicimos más locuras como esas, escuchábamos música, hablábamos de lo que nos gustaba, de lo que no. Escuchamos la historia de nuestra profesora. Aprendimos a identificar como nos sentimos. A valorarnos. A saber como nos hablamos a nosotros mismos para empezar a hablarnos bien, a querernos.

Lo que trato de decir con todo esto es que a pesar de lo que siempre me ha costado tener un buen concepto de mí misma, descubrí que es posible mejorarlo si se tiene la ayuda necesaria. Lo más importante es ponerse metas pequeñas. Primero empecé por encontrar mis puntos fuertes y desarrollarlos. Ver las partes en las que considero que fallo, entenderlas y aceptarlas como parte de mí, sin dejar de intentar mejorar.

Ser objetiva. Escuchar y aprender. Aprender que a veces hay momentos malos y que somos capaces de sobreponernos porque siempre hay alguien que nos hace seguir. Aprender que a veces conseguimos cosas que no nos creíamos capaces de conseguir. A rodearnos de personas que nos hacen sacar lo mejor de nosotros mismos. Que nos hacen confiar, creer, crear.

Sé que puedes conseguir todo lo que te propongas. Que cada paso que das, te acerca a donde quieres llegar. Que dentro de ti hay mucho más de lo que conoces. Que si te caes, puedes volver a levantarte. Que cuando mires a tu lado siempre habrá alguien que crea en ti. Que la vida sigue, que no se detiene. Que lo importante es que por cada lágrima encuentres dos sonrisas y si no, dibújalas. Eres el dueño de tu destino, eres el capitán de tu barco. Inténtalo.


"Estoy intentando hacerme amigo del miedo y reírme a carcajadas cada vez que puedo. Estoy intentando sonreír a cada niño con el que me cruzo y sumergirme en cada relación con el oficio de un buzo. Créeme, lo estoy intentando.

Estoy intentando no darle importancia al hecho de que no seas como te había imaginado. Estoy intentando jugar sin que me importe el resultado y relajarme cuando quiero usar el váter pero está ocupado. Créeme, lo estoy intentando.

Estoy intentando ser consciente de que el sol sigue ahí arriba. Estoy intentando controlar mi ira. No tragar de golpe y así, poco a poco, saborear la vida. Estoy intentando decir la verdad y hacerlo de manera que menos duela. Dejar de usar la rueda y gastar más suela. Estoy intentando no echarle la culpa a otros cuando algo sale mal. Pisar un suelo más natural y salir de vez en cuando de esta ciudad áspera y artificial. Estoy intentando aprender a sonreír cuando me demuestran que me equivoco, a dejar de disimular que soy un loco, a sentir la energía de cada pequeña cosa que toco. Créeme, lo estoy intentando.

Estoy intentando dibujar sonrisas en mi barrio. Intentando decidir si prefiero unos ojos o unos labios. Estoy intentando memorizar cada sueño cuando me despierto y caminar sin dudar, porque cada instante de duda es un instante muerto. Estoy intentando hablar más con desconocidos y no girar la cabeza cuando alguien me mira demasiado. Estoy intentando ser neutral y objetivo, tomarme la vida con la perspectiva del que no se queja aunque tenga algún motivo. Estoy intentando escribir y vivir para volver a escribir y hacer de ese círculo un maravilloso jardín en el que existir. Estoy intentando callar cuando no se que decir. Plantarme y discutir antes que agachar la cabeza y huir. Créeme, lo estoy intentando.

Estoy intentando dar de comer a cosas invisibles. Y a enamorarme de cosas insignificantes. Y a no dar importancia a esas cosas que nos venden como grandes. Estoy intentando pensar más en los que me quieren. Reírme de mis fobias. Estoy intentando que mi corazón no se acelere si se acercan quienes me odian. Estoy intentando asumir que el mundo no es justo. Y que el rencor de otros es lógico. Y que el amor se marchita si no lo riegas. Y que la muerte no avisa cuando llega. Y que quien juega limpio no siempre recibe apoyo. Estoy intentando dedicar más tiempo a mirar las estrellas, a beber más aguar, a abrazar, a besar y a dar muestras de afecto sin un motivo aparente. Estoy intentando ser más imperfecto, hacer lo incorrecto, ser más imprudente. Estoy intentando liberar al payaso que encerré en la mazmorra de la vergüenza hace tiempo ya. A no hacer algo porque lo hagan los demás. A hablar con los animales y a tratarlos como a iguales. Estoy intentando ser más insensato y así amar y entregarme sin medida. Ser feliz, aunque sea a ratos, y darle un sentido a esto que llaman vida. No sé si lo conseguiré pero.. Créeme, lo estoy intentado."

Nach - Lo estoy intentando.

sábado, 30 de enero de 2016

     "El 95% de la gente las odia. Perdón, rectifico. Al 95% de la gente no le gustan las matemáticas. Sin embargo, utilizamos con frecuencia los números para representar cosas muy diversas. Es inevitable, necesitamos contar. [...] Pero hay cosas que ni el 5 % al que le gustan las matemáticas sería capaz de calcular. No son sólo números. Son la demostración más evidente de que ni los segundos, ni los centímetros que nos separan son más grandes que todo lo demás. Son números que hablan de lo extremadamente cerca que estamos a pesar de todo. Porque 1 foto basta para traerme 1.843 recuerdos buenos, porque 300 ilusiones valen más que 1 sola espera. Porque no hay números que midan todo esto.. y por muchas cosas más, simplemente...53 178349."

     Arte y ciencia. Extraña mezcla, ¿no crees? Leyes físicas que explican como la luz entra a través del diafragma de tu cámara. La geometría en un cuadro de Picasso. Una escultura de la anatomía humana. Quizás la normalidad esté sobrevalorada. Quizás esa extraña mezcla deje maravillada a millones de personas.

   Jamás llegué a pensar que así como yo conseguí que te disgustasen un poco menos las matemáticas, tú conseguirías despertar en mí un poco de interés por el arte. Yo, que la única asignatura que suspendí fue plástica, que he huido toda mi vida del pincel, de la música y de la poesía. Yo, que siempre me reí de la gente de arte y defendí con uñas y dientes la ciencia. Yo, que le busco explicación hasta al fenómeno más insignificante. Aquí me tienes, fascinada por todo lo que haces y sin encontrarle explicación a todo esto.

      Me pusiste un lápiz en la mano, a regañadientes, y me enseñaste a dibujar sonrisas. Después de mucho esfuerzo aprendí a pintar los días más grises con los colores más bonitos. Entendí que cuando te equivocas siempre puedes borrar y si el material con el que estás trabajando no te lo permite, siempre puedes repetir la lámina.

     Ahora sé un poco más poesía, incluso me sé una de memoria. De hecho, hasta moriría por ir a un recital. Alguno que dure en mis vocablos por siempre, o al menos hasta mañana. ¿No? Quizás esa fue la señal más evidente de que el arte me gustaba. Adoraba como sonaban esas palabras y lo mucho que me emocionaban. Pude ver lo grande que puede llegar a ser el arte, tu arte.

    El siguiente arte que aprendí a querer fue el teatro. Siempre he adorado tu faceta de actriz dramática que tanto me hace reír. Después de un tiempo he logrado aprender a interpretar el papel de hermana mayor y también el de una niña pequeña que juega con su amiga del colegio. Incluso alguna vez te robé el premio a la mejor actriz dramática, para qué negarlo.

      También le perdí el miedo a la escultura y entendí que la arena no es la mejor opción. Me dejé llevar por el arte, olvidando que esperar que un castillo de arena dure toda la vida desafía las leyes de la física. Desde entonces el castillo lo tallo en piedra. Soy consciente de que me llevará más tiempo pero tengo la certeza de que no lo destrozará la primera ola que venga.

     Quizás lo más importante que aprendí del arte es que hay cosas en la vida demasiado grandes como para expresarlas con números. Que a veces el infinito se queda pequeño. Porque no son sólo fotos, son recuerdos de momentos inolvidables. Porque no son sólo dibujos, son regalos. Porque no es una poesía, es parte de nuestra historia.

      Porque después de todo, el arte y la ciencia no son tan diferentes. 

    Porque la ciencia puede llegar a apreciar el arte incluso cuando lo que este exprese no tenga explicación.

viernes, 27 de noviembre de 2015

365 días aprendiendo a seguir sin ti.

Por desgracia para la mayoría de personas lo que voy a relatar a continuación les resultará familiar y la minoría restante, acabará por entenderlo en algún momento de su vida. Hablo de ese mazazo que te da la vida cuando sin estar lo suficientemente preparado te quitan a una persona de tu vida para siempre y, créeme, nunca se está preparado para eso. Una de mis películas favoritas describe este sentimiento de una manera que siempre me ha fascinado diciendo que la muerte de un ser querido "Es como subir a oscuras las escaleras hacia tu dormitorio y pensar que hay un peldaño más. El pie cae y hay un horrible instante de oscura sorpresa."

De todas formas con esto que escribo no pretendo describir lo que se siente porque, aprovechando que estoy haciendo referencia a esta maravillosa película: "Si alguna vez habéis perdido a alguien muy importante para vosotros entonces ya sabéis lo que se siente y si no, no os lo podéis ni imaginar." Lo que realmente pretendo es transmitir una mínima parte de lo que aprendí cuando perdí a una de las personas más grandes de mi vida.

De ella aprendí que lo más importante de todo es luchar por las personas que te importan, que el sentido de la vida se esconde en atesorar los pequeños momentos que compartimos porque puede que mañana ya no puedas crear otro nuevo. Aprendí que cuando llueve, cuando la vida te puede, cuando todo sale mal la solución siempre es cantar. Que nunca hay que perder la sonrisa, que nunca hay que quejarse. Si un día no tienes fuerzas, no seas tonta y cógelas, están sobre la mesa.

Comprendí que querer realmente a alguien significa decir "márchate" cuando a esa persona ya no le hace bien quedarse. Me di cuenta de que no todo el mundo sabe estar en momentos así y no por ello quiere decir que te apoyen menos. Esto me enseñó a reconstruirme, a sobreponerme y a ser más tolerante. Aunque he de admitir que esto último me ha llevado un poco más de tiempo.

Pero sobre todo si algo he sacado en claro de esta lección es que cada paso que des en la vida tiene que ir dirigido a ser esa persona que esperaban de ti. No dejes de luchar, pase lo que pase. Si echas de menos a alguien, ve a buscarlo. Díselo. Haz en cada momento lo que sientas. Comparte tu tiempo con quien sientas que tienes que compartirlo. Equivócate si es necesario, hay personas por las que vale la pena hacerlo. Es la única manera de vivir tu vida sin tener que arrepentirte mañana. Haz de ti tu mejor versión como solo esa persona sabía hacerlo. Corrige tu errores, asúmelos y sigue intentando aquello que no pudiste conseguir ayer.

Sólo así comprenderás que la suerte de la vida no está en los números de una ruleta, que la chispa de vivir te la dan esos momentos que te quedas para siempre. Suerte es tener a esas personas que cuidan de nosotros todos los días y que muchas veces lo damos por obvio. Suerte es volver a buscar a una persona y que te reciba con los brazos abiertos.

Gracias por enseñarme a valorar lo que realmente merece la pena, por quererme y por hacerte querer tanto. Por darme fuerzas siempre. Por creer en mí. Por hacerme feliz con tan poquito. Por tus momentos. Por tus palabras y por todas las cosas que nunca me dijiste pero que me demostrabas a diario. Por tus sonrisas. Por tus comidas. Por enseñarme lo que significa ser familia. Por darme ganas de mejorar cada día. Por ser un ejemplo a seguir. Por tener el corazón más noble en el que he estado jamás. Por haberme cuidado cuando era pequeña y cuando crecí. Por tu energía y ese buen rollo que siempre transmitías. Yo jamás necesité pedirte nada, porque todo me lo diste.

365 días y te sigo echando de menos como si fuera el primero.

"Porque fuiste y has sido la chispa que me ha hecho vivir."